ENSAYOS de MONTAIGNE, ILUSTRADOS POR SALVADOR DALI. edición limitada a 3.000 eje
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3.872,00 €
Descripción
El diálogo entre autores es enriquecedor y prolífico: de hecho, el propio lector llega a formar parte del proceso, ya que Montaigne le insta a ello y le involucra en la construcción de su magna obra; así, la enseñanza no se aborda desde la superioridad intelectiva, sino desde el intercambio de conocimiento más básico, humano y dialogante Por este motivo alude de manera constante a hechos pasados y los utiliza como espejo para mirarse desde el presente. Cicerón, César, Escipión, Horacio o Platón, entre otros muchos, le sirven como modelo o ayuda para indicar cómo debemos comportarnos o actuar en determinadas circunstancias. La educación que nos propone Montaigne es de orden ético y por ello sus consignas apelan a sentimientos, virtudes y deseos; no intenta transmitir información o datos sin más, sino que elabora su pensamiento de manera espontánea (aunque muy elaborada) para ofrecer una enseñanza al más puro estilo socrático: extrayendo de su interlocutor —su lector, en este caso— los conocimientos que ya atesora.
seleccionados e ilustrados por Salvador Dalí.
Planeta, Fundación Gala-Salvador Dalí
Encuadernado en tapa dura 19,5 x 29,5 cm
En estuche Ejemplar nº 2742 / 3000
En 1571 el terrateniente Michel de Montaigne se retira a su castillo para administrar su heredad y dedicarse a sus escritos.
Redacta y corrige los 107 ensayos que forman su libro, y que tratan de poner en palabras las inquietudes, contradicciones y la esencia del ser humano. Cuatro siglos despúes Salvador Dalí se siente atraído por su obra, e ilustra 21 de los 107 ensayos que forman la obra.
Editorial Planeta presenta los ensayos de Michel de Montaigne que Salvador Dalí seleccionó e ilustró: 21 dibujos en tinta china y 16 acuarelas a color. Aunque hayan pasado más de cuatrocientos años de su aparición, Los ensayos de Michel de Montaigne siguen siendo hogaño una fuente de placer para cualquiera; no tanto por sus características técnicas, por su estilo o por su composición, sino por la agradable fuente de sabiduría que son sus páginas: la de su autor y la de sus innúmeras fuentes. Montaigne recopiló en estos cientos de páginas decenas de temas que le preocupaban, le interesaban o, simplemente, consideraba dignos de reflexión: habla sobre la tristeza, la educación (excepcional ensayo), la amistad, la vanidad, el amor, los libros, la virtud, la ira, etc. La novedad de Los ensayos respecto a cualquier obra anterior (y muchas posteriores) es el acercamiento íntimo que su autor imprimió: Montaigne aborda los asuntos desde una óptica personal, colocándose como referente y utilizando la subjetividad como fuente de conocimiento. En el fondo, lo que el escritor busca es profundizar en los temas con el objetivo último de ser aprendiz de sí mismo: mediante la reflexión se comprende mejor y trata de aprender junto con el propio lector.
De ahí que Los ensayos sean una fuente de felicidad y saber constante: quizá no por los conocimientos que aportan, sino por la sabiduría moral que contienen. Para ello se basa una y otra vez en cientos de ejemplos extraídos de fuentes clásicas. Montaigne hablaba el latín como una segunda lengua y de ahí que la mayoría de las citas a las que alude pertenezcan a escritores y filósofos latinos. Para el autor francés, la sabiduría de los antiguos estaba fuera de toda duda, ya que le parecía obvio que su rectitud y sentido común eran perdurables más allá de cualquier momento histórico concreto. Por este motivo alude de manera constante a hechos pasados y los utiliza como espejo para mirarse desde el presente. Cicerón, César, Escipión, Horacio o Platón, entre otros muchos, le sirven como modelo o ayuda para indicar cómo debemos comportarnos o actuar en determinadas circunstancias. Y ahí entra en juego el potencial de Los ensayos en todo su esplendor: la interliterariedad, la referencialidad absoluta. El libro se expande más allá de sus páginas, de su espacio, de su tiempo, para proyectarse hacia el futuro gracias al intercambio constante de información y saber. Montaigne apela a otros escritores tanto como a su lector (el de entonces, el de ahora y el de mañana), convirtiendo la lectura en un juego de complicidad: la enseñanza de alguien es válida para otro, que a su vez la transmite, convenientemente transformada, a un tercer contertulio… ...y la cadena se extiende hasta el infinito. El diálogo entre autores es enriquecedor y prolífico: de hecho, el propio lector llega a formar parte del proceso, ya que Montaigne le insta a ello y le involucra en la construcción de su magna obra; así, la enseñanza no se aborda desde la superioridad intelectiva, sino desde el intercambio de conocimiento más básico, humano y dialogante Editorial Planeta presenta los ensayos de Michel de Montaigne que Salvador Dalí seleccionó e ilustró: 21 dibujos en tinta china y 16 acuarelas a color. Aunque hayan pasado más de cuatrocientos años de su aparición, Los ensayos de Michel de Montaigne siguen siendo hogaño una fuente de placer para cualquiera; no tanto por sus características técnicas, por su estilo o por su composición, sino por la agradable fuente de sabiduría que son sus páginas: la de su autor y la de sus innúmeras fuentes. Montaigne recopiló en estos cientos de páginas decenas de temas que le preocupaban, le interesaban o, simplemente, consideraba dignos de reflexión: habla sobre la tristeza, la educación (excepcional ensayo), la amistad, la vanidad, el amor, los libros, la virtud, la ira, etc. La novedad de Los ensayos respecto a cualquier obra anterior (y muchas posteriores) es el acercamiento íntimo que su autor imprimió: Montaigne aborda los asuntos desde una óptica personal, colocándose como referente y utilizando la subjetividad como fuente de conocimiento. En el fondo, lo que el escritor busca es profundizar en los temas con el objetivo último de ser aprendiz de sí mismo: mediante la reflexión se comprende mejor y trata de aprender junto con el propio lector.
El diálogo entre autores es enriquecedor y prolífico: de hecho, el propio lector llega a formar parte del proceso, ya que Montaigne le insta a ello y le involucra en la construcción de su magna obra; así, la enseñanza no se aborda desde la superioridad intelectiva, sino desde el intercambio de conocimiento más básico, humano y dialogante Por este motivo alude de manera constante a hechos pasados y los utiliza como espejo para mirarse desde el presente. Cicerón, César, Escipión, Horacio o Platón, entre otros muchos, le sirven como modelo o ayuda para indicar cómo debemos comportarnos o actuar en determinadas circunstancias. La educación que nos propone Montaigne es de orden ético y por ello sus consignas apelan a sentimientos, virtudes y deseos; no intenta transmitir información o datos sin más, sino que elabora su pensamiento de manera espontánea (aunque muy elaborada) para ofrecer una enseñanza al más puro estilo socrático: extrayendo de su interlocutor —su lector, en este caso— los conocimientos que ya atesora.
Veintiún ensayos de Montaigne,