Cuento de Verano

Lo bueno de ser francés es que puedes hacer siempre la misma película (no te repites: tienes un universo propio), plagarla de diálogos inverosímiles (no eres pedante: destilas sabiduría), y llenarla de jovencitas en bikini teniendo 76 años (no eres un viejo verde: indagas desde la experiencia en el fascinante misterio de la juventud). El geómetra Rohmer, antes de que decidiera hacer caso a Gene Hackman y nos mostrara cómo crece la hierba en sus últimas e interminables películas sobre triples agentes y amores pastoriles, pasó gran parte de su vida realizando obras absolutamente deliciosas a partir de sencillas combinaciones de cuatro elementos humanos tomados de dos en dos; eso sí, ambientadas en los más idílicos lugares de Francia y, preferiblemente, en verano. En ésta, un francesito estupendo que va a buscar a la chica que le gusta a un pueblecito de la costa bretona acaba siendo deseado por tres estupendas francesitas. Dirán ustedes: "a mí eso nunca me ha pasado". Pues claro: ustedes no son franceses.